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La sirena del Barco
1
Lejos de tierra, todas las noches esperaban la
llegada de la niebla para engrasar la
maquinaria y prender la luz del faro, roja y blanca, para que la vieran los
barcos y en caso contrario, siempre estaba la voz y el profundo grito de la
sirena. Era una vida solitaria. McDunn comienza a contar algunos misteriores
del mar, como cuando una noche se reuniones miles de peces mirando la luz del
faro y luego se fueron todos juntos. McDunn decía que quizás los peces pensaban
que el faro era como un dios para ellos.
De repente McDunn quiso contar algo que se
tenia guardado hace mucho tiempo. Subieron los 80 escalones del faro, apagaron
las luces, solo se escuchaba la sirena que sonaba regularmenete cada 15
segundos. Suena como un animal, preguntó McDunn. Un animal solitario que grita
en las noches miles de millones de años diciendo “estoy aquí” y probablemente
las profundidades responden que si. McDunn le advierte a Johnny que ni lleva 3
meses trabajando allí, por lo que debe preparasrse , porque en esa época del
año viene algo a visitar el faro. McDunn le advierte que no son los peces qye
había mencionado y que no se lo había mencionado antes para que no pensará que
estaba chiflado, pero lo que iba a ocurrir solo pasaba 3 veces en el año y esta
era la primera vez en que McDunn estaba acompado de otra persona.
Media hora después, McDunn comenzó a contar
algunas teorías, como por ejemplo el sonido de la sirena, que un hombre la creo
pensando en un sonido que sea solitario, , que todo lo que oiga sollozara con
el alma y todos los que lo oigan sabran de la tristeza de la eternidad y de la
brevedad de la vida. Luego McDunn admite que esa historia la inventó él para
dar explicación a lo que verían.
De repente algo andaba en las profunidades, era
una noche fría, la sirenaba sonaba y sonaba. Alli estaban dos hombres solos en
la alta torre. En la superficie del mar asomó una cabeza enorme, negra, con
unos ojos inmensos, y a continuación, un cuello. Y luego… no un cuerpo, sino
¡más y más cuello! La cabeza se alzó un total de doce metros por encima del
agua sobre un esbelto y hermoso cuello negro. Sólo entonces apareció el cuerpo,
igual que un islote negro de coral y conchas y cangrejos, que brotaba desde las
profundidades. Hubo un temblor en la cola. En total, desde la cabeza a la punta
de la cola, calculé que el monstruo medía unos veinticinco o treinta metros.
Tranquilo chico, repetia McDunn, pero Johnny
estaba exaltado. Parecia un dinosaurio según Johnny y este se preguntaba el por
qué esta criatura venia allí, justo en ese momento sonó la sirena y el monstruo
respondió. Un grito tan agustioso y solitario. La sirena sonaba y el monstruo
volvia a rugir. El sonido del aislamiento, de un mar sin vistas, de una noche
fría, de la separación. Ése era el sonido.
McDunn le explica a Johnny porqué el monstruo
viene a ese lugar, y es debido a que está allí tumbado muy lejos, a miles de
millas mar adentro, esperando un millón de años. Puede que sea el último de su
especie. Quizá sea así. Imaginadose que construyeron ese faro, hace cinco años.
E instalaron esta sirena, y la sirena sonaba y sonaba y llegó hasta el sitio
donde el monstruo estaba enterrado en el sueño y los recuerdos de un mundo en
el que había miles como él, pero ahora está solo, totalmente solo en un mundo
que no está hecho para ti, por lo que te tienes que ocultar. el millón de años
esperando solo, esperando a que volviera alguien que nunca volvió. Ahora el
monstruo sólo estaba a unos cien metros de distancia, y él y la sirena se gritaban
entre sí. Y la luz lo alcanzaba, y los ojos del monstruo eran de fuego y hielo,
de fuego y hielo. —Ésa es su vida —dijo McDunn—, La de quien siempre espera a
alguien que nunca vuelve. La de quien siempre ama a alguien más de lo que ese
alguien lo ama a él. Y al cabo de un tiempo quiere destruirlo, para que no pueda
volver a hacerle daño a él.
McDunn desconectó la sirena. El monstruo se
detuvo, permaneció inmóvil. Sus ojos, como faroles, parpadearon. Su boca se
abrió. Soltó una especie de rugido, como un volcán. Volvió la cabeza a uno y
otro lado, como si buscara los sonidos que se habían desvanecido en la niebla. Miró
hacia el faro. Volvió a soltar un rugido. Luego, sus ojos despidieron fuego. Se
encabritó, golpeó el agua y se lanzó hacia la torre, con los ojos llenos de una
ira atormentada.Johnny le pedió a McDunn que volviera a conectar la sirena,
pero aun así el monstruo siguió, golpeando la torre que se balanceaba,
temblaba, y empezó a ceder. McDunn y Johnny salieron apresurados, bajando las
escaleras y se escondieron en un pequeño cuarto de piedras. La torre se
derrumbó. todo terminó, y no había más que oscuridad y el rumor de la mar al
batir contra las piedras sueltas. De repente escuchan primero un enorme aspirar
de aire, y luego el lamento, la perplejidad, la soledad del gigantesco monstruo
se cerró sobre nosotros, de tal manera que el apestoso hedor de su cuerpo llenó
el aire, a tan sólo el espesor de una piedra del cuarto donde estábamos. El
monstruo boqueaba y gritaba. La torre había desaparecido. La luz había
desaparecido. La cosa que había llamado al monstruo desde la distancia de
millones de años en la que se encontraba había desaparecido. Y el monstruo
abría la boca y emitía unos sonidos potentes. Los sonidos de la sirena del
faro, una y otra vez. Las tripulaciones de los barcos, mar adentro, no verían la
luz, no verían nada, sólo oirían el sonido, y eso les llevaría a pensar: «Ahí
está, el sonido solitario, la sirena de la bahía de la Soledad. Todo va bien.
Doblemos el cabo». Y así siguió durante el resto de aquella noche.
2
A la mañana siguiente vinieron a rescartar a
McDunn y Johnny debajo de las piedras. McDunn le dijo a todos que la torre se
había derrumbado y que solo habían notado el golpe de las olas. No se veía nada
extraño. El océano estaba tranquilo, el cielo azul. Lo único especial era un
tremendo hedor como a algas, causado por la materia gris que cubría las piedras
de la derribada torre y las rocas de la orilla. Las moscas zumbaban. El océano
limpiaría poco a poco la orilla.
Al año siguiente construyeron un faro nuevo,
pero en ese entonces Johnny había encontrado trabajo en una ciudad pequeña, se
había casado y tenía una casita caliente que brillaba amarilla en las noches de
otoño, con la puerta bien cerrada y la chimenea soltando humo. En cuanto a
McDunn, era el encargado del nuevo faro, que había sido construido, siguiendo
sus indicaciones, con cemento armado. Por si acaso, dijo. En noviembre ya con
el faro nuevo, Johnny fue a visitar a McDunn, preguntándole por el monstruo, pero
este respondió que nunca mas volvió. Se ha ido —dijo McDunn—. Regresó a las
profundidades. Aprendió que en este mundo no se puede amar demasiado a nada. Se
fue a las profundidades más profundas a esperar otro millón de años. Esperando
y esperando. Johnny se quedó sentado en el coche, escuchando. No distinguía el
faro ni la luz de la bahía de la Soledad. Sólo oía la sirena, la sirena, la
sirena. Sonaba igual que la llamada del monstruo. Permaneció allí sentado
tratando de encontrar algo que decir.
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