Resumen La Bruja de Abril y otros cuentos - Parte 4

 

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La sirena del Barco

1

Lejos de tierra, todas las noches esperaban la llegada de la niebla para engrasar  la maquinaria y prender la luz del faro, roja y blanca, para que la vieran los barcos y en caso contrario, siempre estaba la voz y el profundo grito de la sirena. Era una vida solitaria. McDunn comienza a contar algunos misteriores del mar, como cuando una noche se reuniones miles de peces mirando la luz del faro y luego se fueron todos juntos. McDunn decía que quizás los peces pensaban que el faro era como un dios para ellos.

De repente McDunn quiso contar algo que se tenia guardado hace mucho tiempo. Subieron los 80 escalones del faro, apagaron las luces, solo se escuchaba la sirena que sonaba regularmenete cada 15 segundos. Suena como un animal, preguntó McDunn. Un animal solitario que grita en las noches miles de millones de años diciendo “estoy aquí” y probablemente las profundidades responden que si. McDunn le advierte a Johnny que ni lleva 3 meses trabajando allí, por lo que debe preparasrse , porque en esa época del año viene algo a visitar el faro. McDunn le advierte que no son los peces qye había mencionado y que no se lo había mencionado antes para que no pensará que estaba chiflado, pero lo que iba a ocurrir solo pasaba 3 veces en el año y esta era la primera vez en que McDunn estaba acompado de otra persona.

Media hora después, McDunn comenzó a contar algunas teorías, como por ejemplo el sonido de la sirena, que un hombre la creo pensando en un sonido que sea solitario, , que todo lo que oiga sollozara con el alma y todos los que lo oigan sabran de la tristeza de la eternidad y de la brevedad de la vida. Luego McDunn admite que esa historia la inventó él para dar explicación a lo que verían.

De repente algo andaba en las profunidades, era una noche fría, la sirenaba sonaba y sonaba. Alli estaban dos hombres solos en la alta torre. En la superficie del mar asomó una cabeza enorme, negra, con unos ojos inmensos, y a continuación, un cuello. Y luego… no un cuerpo, sino ¡más y más cuello! La cabeza se alzó un total de doce metros por encima del agua sobre un esbelto y hermoso cuello negro. Sólo entonces apareció el cuerpo, igual que un islote negro de coral y conchas y cangrejos, que brotaba desde las profundidades. Hubo un temblor en la cola. En total, desde la cabeza a la punta de la cola, calculé que el monstruo medía unos veinticinco o treinta metros.

Tranquilo chico, repetia McDunn, pero Johnny estaba exaltado. Parecia un dinosaurio según Johnny y este se preguntaba el por qué esta criatura venia allí, justo en ese momento sonó la sirena y el monstruo respondió. Un grito tan agustioso y solitario. La sirena sonaba y el monstruo volvia a rugir. El sonido del aislamiento, de un mar sin vistas, de una noche fría, de la separación. Ése era el sonido.

McDunn le explica a Johnny porqué el monstruo viene a ese lugar, y es debido a que está allí tumbado muy lejos, a miles de millas mar adentro, esperando un millón de años. Puede que sea el último de su especie. Quizá sea así. Imaginadose que construyeron ese faro, hace cinco años. E instalaron esta sirena, y la sirena sonaba y sonaba y llegó hasta el sitio donde el monstruo estaba enterrado en el sueño y los recuerdos de un mundo en el que había miles como él, pero ahora está solo, totalmente solo en un mundo que no está hecho para ti, por lo que te tienes que ocultar. el millón de años esperando solo, esperando a que volviera alguien que nunca volvió. Ahora el monstruo sólo estaba a unos cien metros de distancia, y él y la sirena se gritaban entre sí. Y la luz lo alcanzaba, y los ojos del monstruo eran de fuego y hielo, de fuego y hielo. —Ésa es su vida —dijo McDunn—, La de quien siempre espera a alguien que nunca vuelve. La de quien siempre ama a alguien más de lo que ese alguien lo ama a él. Y al cabo de un tiempo quiere destruirlo, para que no pueda volver a hacerle daño a él.

McDunn desconectó la sirena. El monstruo se detuvo, permaneció inmóvil. Sus ojos, como faroles, parpadearon. Su boca se abrió. Soltó una especie de rugido, como un volcán. Volvió la cabeza a uno y otro lado, como si buscara los sonidos que se habían desvanecido en la niebla. Miró hacia el faro. Volvió a soltar un rugido. Luego, sus ojos despidieron fuego. Se encabritó, golpeó el agua y se lanzó hacia la torre, con los ojos llenos de una ira atormentada.Johnny le pedió a McDunn que volviera a conectar la sirena, pero aun así el monstruo siguió, golpeando la torre que se balanceaba, temblaba, y empezó a ceder. McDunn y Johnny salieron apresurados, bajando las escaleras y se escondieron en un pequeño cuarto de piedras. La torre se derrumbó. todo terminó, y no había más que oscuridad y el rumor de la mar al batir contra las piedras sueltas. De repente escuchan primero un enorme aspirar de aire, y luego el lamento, la perplejidad, la soledad del gigantesco monstruo se cerró sobre nosotros, de tal manera que el apestoso hedor de su cuerpo llenó el aire, a tan sólo el espesor de una piedra del cuarto donde estábamos. El monstruo boqueaba y gritaba. La torre había desaparecido. La luz había desaparecido. La cosa que había llamado al monstruo desde la distancia de millones de años en la que se encontraba había desaparecido. Y el monstruo abría la boca y emitía unos sonidos potentes. Los sonidos de la sirena del faro, una y otra vez. Las tripulaciones de los barcos, mar adentro, no verían la luz, no verían nada, sólo oirían el sonido, y eso les llevaría a pensar: «Ahí está, el sonido solitario, la sirena de la bahía de la Soledad. Todo va bien. Doblemos el cabo». Y así siguió durante el resto de aquella noche.

2

A la mañana siguiente vinieron a rescartar a McDunn y Johnny debajo de las piedras. McDunn le dijo a todos que la torre se había derrumbado y que solo habían notado el golpe de las olas. No se veía nada extraño. El océano estaba tranquilo, el cielo azul. Lo único especial era un tremendo hedor como a algas, causado por la materia gris que cubría las piedras de la derribada torre y las rocas de la orilla. Las moscas zumbaban. El océano limpiaría poco a poco la orilla.

Al año siguiente construyeron un faro nuevo, pero en ese entonces Johnny había encontrado trabajo en una ciudad pequeña, se había casado y tenía una casita caliente que brillaba amarilla en las noches de otoño, con la puerta bien cerrada y la chimenea soltando humo. En cuanto a McDunn, era el encargado del nuevo faro, que había sido construido, siguiendo sus indicaciones, con cemento armado. Por si acaso, dijo. En noviembre ya con el faro nuevo, Johnny fue a visitar a McDunn, preguntándole por el monstruo, pero este respondió que nunca mas volvió. Se ha ido —dijo McDunn—. Regresó a las profundidades. Aprendió que en este mundo no se puede amar demasiado a nada. Se fue a las profundidades más profundas a esperar otro millón de años. Esperando y esperando. Johnny se quedó sentado en el coche, escuchando. No distinguía el faro ni la luz de la bahía de la Soledad. Sólo oía la sirena, la sirena, la sirena. Sonaba igual que la llamada del monstruo. Permaneció allí sentado tratando de encontrar algo que decir.

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